martes, diciembre 07, 2004

Persecuciones

La vi por primera vez en la acera izquierda de la C/Sicilia, la mía, la suya, la mía, el límite entre el bien y el mal -dicen-, puede que a las 8:20 de una mañana de otoño, bajando al Virgen de las Nieves, donde nos disponíamos a aventurarnos en la increíble selva de la ESO.
— ¿Quién es? —pregunté a Lorena, señalándola con la mirada.
— Ana, vive en mi calle.
— ¿Por qué no se baja con nosotras?
— No sé.

A partir de ese día, bajamos y subimos juntas de la selva, bajo el inexorable sol de Fondo y sus interminables tormentas tropicales. Avanzamos como tigresas (o linces) persiguiendo a hombres de rojo, a mochilas fucsias, a chicos que se tambaleaban de lado a lado (puede que le pesara un testículo más que otro) a profesores de historia, de matemáticas, por qué no ce naturales. Nuestro lugar favorito, sin duda, era y es, allá donde la espalda pierde su identidad.

Al cabo de cuatro años, dejamos de lado las gafas leopardo, las plataformas, los vestidos amarillos, los pantalones Lois, los tangas de serpiente, la música ahora ya inaceptable para nuestros oídos. Y lo peor, empezamos a perseguir un autobús amarillo, al que yo llamaba El B-27 y que a los dos días empecé a llamar “la puta tusa”. A las 7:15 de la mañana perseguíamos a pelos de punta con auriculares, llegábamos a un puticlub con luces de neón y con olor a rancio. Y encontramos a otro profesor de historia que nos salvó de la mediocridad general que reinaba en el mundo cultural y que de rebote incidía en nuestras vidas.
Dos años en el infierno, como el Atlético (el pateti) bien vale un ascenso a primera, donde el prado de césped verde verde verde en un lugar autónomo de Barcelona nos acoge a diario. Ahora nuestras vidas se cruzan de nuevo en Fondo, a las 13:30, los lunes, martes y jueves, con nuestros más y nuestros menos, nuestros acuerdos y nuestros desacuerdos, nuestros “buah tía buah” como la clave que indica que un nuevo imbécil, idiota, inútil se ha cruzado en nuestras vidas.

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