miércoles, febrero 22, 2006

El rastro de tu sangre en el Depiline

He vuelto a ver la sombra de la muerte surrealista, en serio.

Paredes naranjas, azules, techos verdes, grises, un gotelé a lo moderno, pósters en las paredes, masajes de chocolate, qué bien suena eso, me comería a mí misma, fotodepilación, buena idea, cuánto pelo, sí, una selva, no, me refería en la cabeza, ah, también. Yo también tengo, ya, ya veo, muy bonito. Ras, Ras, Ras. Zas, Ah, perdona, No, No, todo es psicológico, no te preocupes. Marga puedes venir, hay una zona difícil.

Tensión. Es su primer día.

Viene la otra, ras, ras, zas. Noto algo raro y veo de repente dos caras de asombro, terror, preocupación mirándome el mismísimo centro del universo (del mío, al menos). Llama a Carmen. Ya eran tres. Tres personas asombradas, aterrorizadas, preocupadas por mi zona c, de centro y de coño. En ese momento, os lo juro, pensaba que iba a salir la cabeza de un alien o del segundo hijo de Dios por mi agujero de oro. Pero no, un chorro de sangre, increíble, de esa roja, pero de ese rojo feo que tiene la sangre superficial, no ese granate precioso, no, rojo tomate. No, la regla no puede ser, imposible. Sangre, sangre, más sangre, dos gotas de sudor, dos caras pálidas, no, no puedo con la sangre, me voy, yo también me voy y me dejan allí sola con la otra.

Qué surrealista, morir desangrada en una clínica de estética, esto es curioso, me encanta. Y yo me reía mientras las otras sudaban.

Esto es una “verruguita”, entre la zona C1 de coño, y la zona C2 de culo. ¿No te la habías visto? No, no suelo mirarme con el espejo esas zonas, lo siento. Me han depilado una verruga, esto es genial. Ponle polvos de talco, a ver si se para, ¿polvos de talco? ¿Queréis que muera de una infección? El chorro de sangre no paraba y yo iba tintando papeles y papeles, trae otro rollo, no os desmayéis por favor, bastante tengo con desangrarme. Llaman a la sheriff del lugar y consigue, por fin, cortarme la hemorragia, después de ponerme un líquido que pinchaba, os lo juro, pinchaba mucho. De hecho estuve buscando la aguja posteriormente, pero ni rastro de ella.

¿Tengo que ir al médico a que me la queme? ¿Mañana mismo? No, no, es imposible, mañana no tengo tiempo de ir al médico, tengo clase, francés, danza del vientre, juega el Espanyol la UEFA y tengo la fiesta de disfraces en casa de Marta, no hay tiempo para que un médico que queme una verruga, lo siento, hacedme algo para que no muera y os lo agradeceré eternamente.

Cremitas, bombones, compresas de regalo, euros de descuento, mimitos, sonrisas, caricias, pobrecita, cuídate, vuelve. Sí, cada vez que quiera depilarme una verruga vendré, no os preocupéis, gracias, gracias, adiós.

Hubiera sido una muerte curiosa y bonita, surrealista, hubiera salido en Gente y toda mi calle se habría enterado, por eso a mí me gustaría pensar que morí una vez allí y dejé, para siempre, mi rastro de sangre en el Depiline Center.

viernes, febrero 10, 2006

Llueve barro otra vez

Salgo del examen de historia del cine y me dirijo hasta el parking pensando aún en "¿hasta que punto el cine puede ser surrealista?" (completamente, hasta el punto álgido *)

Veo que ha llovido barro otra vez. Mierda.

Mi coche está totalmente enguarrado, menos mal que es de un color de los que yo denomino un "comemierda" y no se nota en exceso, el de al lado también está deputapena, están separados por escasos veinte centímetros.

Me detengo. Los miro, calculo el hueco para pasar. Hay mota, gotas, marrones.

No hay ganas de filosofar. Me quito el abrigo, es blanco, blanco roto, lo único que me importa en este momento es que no se me ensucie.

No siempre llevo las mismas gafas.


*Reflexión cronopial posterior

miércoles, febrero 08, 2006

Gotas, motas, marrones (creo)

No puedo ignorar esta ventana.

No sé si me arrepiento de haber borrado las marcas de barro que había sobre ella. En cada mota, en cada gota, había una reflexión: sobre ti, sobre que enestaputasociedadsuciedad llueve barro en vez de agua, sobre que un día próximo en vez de gotas marrones lloverán unas verdes y radioactivas que se comerán el cristal poco a poco y después a mí, sobre en que si te echo limpiacristales y luego te refriego bien fuerte con un trapo de algodón, tu también te borrarás.

Cada mota, gota, marrón se me antojaba como un objetivo de cámara que me estaba enfocando a todas horas, por dentro y por fuera, al que yo hablaba imaginando algo, alguien, detrás (que a su vez me miraba y me hablaba en aparente silencio)

Casi me caigo de un cuarto intentando limpiarlas.

Pero es que limpiar y borrar es un salto para valientes, que hay que hacer desde lo alto y dejarse caer
caer
caer
y si en la caída chafas algo, mejor.

Hoy la ventana está limpia (alguien me recomendó que lo hiciera, alguien que me da besos abstractos :*) y así puedo ver lo que hay detrás de ella, o delante: hay aire, creo. Hay luces, que a eso de las seis y media, se encienden como puntos suspensivos (*). Hay carreteras blandas, árboles marrones, y cemento azul, y cemento amarillo, y el Ikea, y el Conforama, y el Carrefour, y el Decathlon, y el Pc City, y el Aki, el acá y yo. Hay cajas y letras de colores. Hay alguien que viene desde lejos, al que veo avanzar, cada día, un milímetro. Un cronopio, (**) creo, lo reconozco por el asterisco azul que lleva encima de la cabeza.

Os avisaré cuando llegue.



Creo que hoy es 8 de febrero.

(*) por ti, Marina, otra gotita, pero esta translúcida, que no transparente, a la que a veces también veo en mi ventana :)

(**) el rey de los cronopios, creo.