martes, noviembre 25, 2008

Somiant desperta

Encontré este texto en un dossier de Catalán de 6º de primaria. Está datado el 1 de abril de 1998. Podría ser mi opera prima en cuestión de narración en primera persona. Me hizo una ilusión terrible encontrarlo. El original está en catalán, abajo la traducción.


Tombada a la platja, sobre una tovallola, moltes coses se m'han passat pel cap: somnis, imatges.

De cop i volta he obert els ulls i he vist tot un cel blau plé d'ocells que volen.

M'he imaginat que jo era un d'ells, i des d'allà dalt, tota una platja plena de nens jugant i banyant-se.

He seguit volant i tot era mar. De tant en tant veia un vaixell que s'enfonsava: "adéu, vaixell".

Desprès m'he adonat que estava tombada a la platja, sobre una tovallola i somiant desperta. Quina pena! m'agradaria ser un d'ells, però mai ho aconseguiré.


--

Tumbada en la playa, sobre una toalla, muchas cosas se me han pasado por la cabeza: sueños, imágenes.

De repente he abierto los ojos y he visto un cielo azul lleno de pájaros que vuelan.
Me he imaginado que yo era uno de ellos, y desde allí arriba, toda una playa llena de niños jugando.

He seguido volando y todo era mar. De tanto en tanto veía un barco que se hundía: adiós, barco.

Después me he dado cuenta de que estaba tumbada en la playa, sobre una toalla, soñando despierta. Qué pena. Me gustaría ser uno de ellos, pero nunca lo conseguiré.

sábado, octubre 18, 2008

Le charme discret de l'écriture

Littérature: charmante, discrète, silencieuse. Toi, qui me détournes en discrète obsédée. En silence, tu apparais dans mes rêves : c’est une route asphaltée qui traverse, perdue, le néant. Moi pareil. Tombes du ciel, toi, blanche et purifiante : défiante. Mais je t’écrase, je cloue mes talons en laissant ma tache, ma trace, sur toi. Ma tache de lettres, ma marque de mots, ma trace de vie. Obsession charmante et discrète. Détournée.

sábado, septiembre 27, 2008

Señales de vida, señales de muerte


- Cuando aterrice -le digo- te doy señales de vida. O quizás –añado- alguien te dará, de mi parte, señales de muerte. Quizás muy pronto, algún locutor de la radio cuando aún vayas por la Ronda de Dalt. Te enterarás por otros, por terceros (obvio) de que no he llegado a tierra. Me habré quedado colgada de una nube (será de noche y no lo verás) entonces simularé ser un fuego artificial, un cohete, una petarda, que fingirá haber explotado al lado del motor de un avión. Estate atenta, ésa será mi señal, encima del mar, colgando de una nube, señal luminosa y acústica, señal de muerte. Pero no te preocupes.

Las escaleras hacen una ola, yo me ondulo. Las vallas dibujan un zigzag, yo lo trazo. Sigo, involucrada, el camino perfecto y seguro. El camino del aire.

Como una ensalada de pasta, es muy triste comer eso siendo probable posible hipotética o seguramente mi última cena, sin apóstoles siquiera, sola, mirando un letrero luminoso. Podría, al menos, haber pedido un bocadillo de jamón ibérico.

Las ruedas de mi maleta tienen ganas de bailar y se marcan unos pasos y unas pirués en la pasarela que lleva al avión. Me hace gracia. Voltea y se contonea, ella, tan rosa nacarada. Yo también quiero sacudir mi cuerpo a ritmo del último de Extremoduro, pero me viene a la mente Oceans Blue de Enya, con olor y sintonía de presagio de muerte. Dulce introducción a presagios de muerte. Atenúan las luces por nuestra seguridad, mientras vemos de cerca las demás luces de la pista de despegue. Meneo mi cuerpo con la música impersonal y pretenciosamente relajante que suena en este airbus320. Dulce danza de la muerte. Barcelona en letras mayúsculas y amarillas. Lento desplazamiento en pista.

Autobús del aire.

Avenida de la luz. Avenida de la muerte.

lunes, agosto 04, 2008

Bittersweet: mi casa tenebrosa


Quiero vivir en esa casa, justo en ésa, Monsterhouse al estilo burtoniano galego. Tétrica y tenebrosa, bajo un cielo gris perenne, descargador de truenos y lluvias, y algún rayo en el jardín que parta por la mitad mi árbol centenario y lo condene a una vida eterna calcinada.

Quiero vestir de negro con el pelo más negro aún, y cardado, y que mi piel morena se torne blanquecina rozando la transparencia (que se puedan ver todas las venas, azules) y que lo oscuro de las ojeras resulte tan prominente que sea el rasgo más llamativo de mi rostro. Quiero que a él le pase y vaya y sea lo mismo. Y que nos desplacemos sin andar, levitando a apenas cinco centímetros del suelo. Que nos deslicemos.

Quiero vivir en esa casa impenetrable, y que la miren allá en lo alto desde la carretera, y que al verla sientan lo que yo siento cada vez que paso por delante de ella, fugaz y amante: un escalofrío caluroso al ver tu hogar. Bittersweet. Así la llamaré. Así se siente ella. Así nos sentimos las dos.



jueves, julio 24, 2008

zapatos mojados

Podría empezar diciendo que

Le dije:
- Me voy.

Me contestó:
- ¿Te vas? ¿Y me dejas solo, aquí?

Respondí:
- Yo también me voy sola.

Y podría acabar diciendo que

me di cuenta de que mis zapatos, que llevaban mojados, en su puerta, casi veinticuatro horas, aún no estaban secos. Así que no pude irme. Los puse a vista del sol incipiente en la ventan de su cocina. Al lado de la montaña de pinzas de madera, visionando las otras, de ropa aún por tender.

lunes, julio 14, 2008

Sin tetas no hay paraíso

Cómprame unos pañuelitos, anda, que no es por pedir, que es para ponerme tetas, es que soy transexual, ¿sabes? tú me entenderás, que tú eres mujer. Apunta mi número, va, 678, ¿no? ¿Vendrás al día del orgullo gay? es el 28 de junio, que yo no voy por ahí metiendo mano en las carteras como hacen las rumanas esas, que yo vendo klínexs porque quiero ponerme tetas por qué andan poniendo todo el día mariquitas en tele 5 si luego pasáis? sólo estáis pa reírle las gracias a ese de Aída que na más que dice chocherías, apúntate mi número, anda, venga 678, vendrás al día del orgullo gay, no?el 28, va que tu me entiendes, que tú también eres mujer, yo también, pero sin tetas.


Se levanta y se baja en la parada siguiente, posiblemente Urquinaona.

viernes, mayo 30, 2008

final...

sólo puedo decir que ha sido un final dramágico

lunes, marzo 03, 2008

Tánatos

No pasa nada si quiero morir. Es un sentimiento pasajero, momentáneo. Sé que durará apenas unas horas, pero siento profunda y asediosamente el deseo de morir, de cerrar los ojos una vez más durante muchas, muchas horas. Digamos que me duelen hasta las pestañas, sin hiperbolizar, y que los ojos me escuecen como si me hubieran arrojado malvadamente cualquier líquido tóxico y corrosivo. La desazón es insoportable, estoy mareada y tengo ganas de vomitar, siento toneladas presionando mis hombros y la coleta me pesa demasiado y finalmente permito a mi pelo arrojarse al abismo (existencial) de mi espalda (aunque digan que Sartre ya no está de moda y, aunque me empeñe, no soy su hija y tampoco de Simone y aunque crea que “L’enfer c’est les Autres”[1] y que en mi caso “L’enfer c’est moi”[2].), Pero la coleta me pesa demasiado y finalmente permito a mi pelo arrojarse al abismo de mi espalda y el cuello alto del jersey y del abrigo (inevitablemente rojo) tratan de estrangularme segundo a segundo.

Todo sería más fácil si en este momento estuviera muerta, pero no me preocupa, es un sentimiento transitorio (pero es tan fuerte y tan real). Y me vienen a la mente sueños inexorablemente soñados, el dolor de boca al haber insistido en apretar la mandíbula durante toda la noche para que no se escape, al despistarme, el pequeño ser demoníaco que hay dentro de mí que se dedica a fabricar por las noches historias como una en que una cremallera estrecha y débil se rompe y me deja suspendida de un mínimo puente de caña sobre las montañas nevadas, como una en que me hace conducir por un pequeño pueblo esquivando dálmatas suicidas o que me hace ser atacada sexual y consentidamente por un hombre que deseo en medio de la plaza Verdun Préfecture y que me hace darme cuenta al despertar que ése no existe más a mi lado, que puede que esté en otro país, que puede que no me mire cuando canta, que puede que no se siente conmigo en un sofá lleno e instrumentos y me mire a los ojos como si nos conociéramos de toda la vida y que puede que ni siquiera exista.

Pero siento profundamente el deseo de morir (y aunque más débil pero igualmente existente, el deseo de matar) porque es el impulso tanático que dura unas pocas horas pero que existe. Y en este momento me cortaría las venas con el cutter que llevo en el estuche y que no sé por qué está ahí, pero sería una pena porque nadie aquí podría relatar bien mi muerte porque en francés no existe el verbo “desangrarse”, se conforman con decir “saigner abondamment”[3] o “perdre tout son sang”, y no es lo mismo, monsieur, y tampoco inalcanzable, dicen “inaccesible”, et ce n’est pas pareil, monsieur. Me cago en Rimbaud, Baudelaire y en quien haga falta, savez-vous[4]?

Entonces susurro a quienquiera que haya a mi lado: je crois que je vais mourir[5]. Y éste quienquiera me mira con una débil sonrisa miedosa dibujada en su boca pensando que lo digo en broma. Oui, monsieur quiconque, c’est just pour rigoler, mais c’est vrai, je crois que je vais mourir[6]. Entonces quiconque desvía la mirada hacia otro lado mientras la mía sigue clavada en el cutter y en que no puedo morir desangrada porque el verbo no existe en este país. Entonces simplemente moriría, así que desisto por el momento porque si muero al menos quiero que sea una muerte trágica y poética digna de ser narrada.

Y espero ansiosamente a que estas horas pasen, pero solo han pasado dos malditas horas y necesito, al menos, cinco hasta que definitivamente las cuatro escasas que he dormido dejen de torturarme y empezar a creer que es maravillosa la primavera incipiente y que es milagroso que crezcan las flores mientras sigo viendo, al fondo, las montañas nevadas. Al menos cinco horas hasta que deje de pensar que todo el mundo es necio y despreciable, para que deje de ladrar cada vez que tengo que contestar algo. Al menos cinco hasta que comience a pensar que es estupendo pasear en bicicleta (de los años sesenta, de color turquesa y óxido) con el sol aún algo helado posándose en tu cara y que me sonrían los chicos al pasar y que lea idílicamente algo de Marguerite Duras tumbada en el cristalino césped. Entonces, cuando estoy a punto de vomitar el café encima de las fotocopias del subjuntivo va y espeta el monsieur: “la negation d’un sentiment c’est encore un sentiment”[7] y pienso en que quizás la negación del deseo de vivir es todavía un deseo y que deseo irme de clase y seguir viviendo. Entonces descubro que ni incipiente primavera ni hostias, que hoy no hace sol y no se ven las montañas nevadas al fondo porque una densa neblina las cubre y me cubre. Y me parece mucho más acertado, pues hoy un sol hubiera sido burlesco y abrumador y le hubiera rogado que me dejara en paz, al menos, hasta abril. A la sazón, le digo a una compañera que también ha salido de clase y me había preguntado si “ça va?” que non, que ça ne va pas, que aujourd’hui je n’existe plus et que je vais partir de ce monde subjonctif car je ne le peux pas supporter et que à bientôt, on se voit demain ou dans trois heures quand cette brouillard ou ce lundi matin aient disparus[8].



[1] “el infierno son los Otros”.

[2] “el infierno soy yo”

[3] “sangrar abundantemente” o “perder toda la sangre”.

[4] ¿sabe usted?

[5] Creo que voy a morir.

[6] Pero es verdad, señor quienquiera, es solo una broma, pero es verdad, creo que voy a morir.

[7] “La negación de un sentimiento es todavía un sentimiento”

[8] “Como va?” que No va, gracias, que hoy no existo y que yo creo que voy a irme de este mundo subjuntivo porque no lo puedo soportar y que hasta pronto, que nos vemos mañana o de dentro de tres horas, cuando la niebla y el lunes por la mañana hayan desaparecido.

N.del A: Messieurs Dames, he vuelto.