lunes, enero 18, 2016

Bufanda

No querías hacerte un nudo en la bufanda por si se quedaba atrapada entre las puertas del tren y te ahorcaba al arrancar.

Sin embargo, poco después, te hiciste corresponsal de guerra y me dejaste.

Conejo

Íbamos por la Calle Sócrates y llevabas mi pequeño conejo en los brazos. Se te cayó al suelo y quedó desnucado, tieso, con los ojos en blanco mirando hacia arriba, muerto. Crucé la acera porque no quería verlo más tiempo así, ni tocarlo, aunque la idea de darle una patada rápida y que quedase a un lado de la carretera para que ningún transeúnte lo viese así se me pasó por la cabeza mientras corría y lloraba en dirección Calle Concepción Arenal, sabiendo, de todas todas, que lo habías tirado a posta.