domingo, marzo 21, 2010

No sea tonta



Cortometraje "No sea tonta", escrito y dirigido por Laura A. Gallego (Con presupuesto cero y amor noventa y nueve)

sábado, marzo 13, 2010

A ver si tenemos suerte


Más allá de las ventanillas la gente,
que parecía muñecos de papel recortados,
seguía con sus vidas de muñecos de papel recortados.

El dios de las pequeñas cosas.
Arundhati Roy.


Leo: Más allá de las ventanillas la gente, que parecía muñecos de papel recortados, seguía con sus vidas de muñecos de papel recortados.

Suben en la parada Santa Coloma, línea roja, línea uno.

−No son ni las nueve, ¿no, tío? –dice el rubio del gorro de lana, que parece sacado de una estridente comedia televisiva inglesa.

−Bueno, tío, no pasa nada, llegamos allí a las nueve, con la calma, y ya está–responde el otro, recién salido de los ochenta, con la parte anterior del pelo en punta y en la nuca, pegadas unas grandes greñas. Las gafas de cristal amarillento y la montura dorada le descolocan en el espacio-tiempo. Encajaría más en un Renault 11 azul dándose a la fuga. Hay un tercero en discordia que no logro ver y apenas dice nada, solo agita sus piernas compulsivamente, dando pequeños pasos adelante y atrás, al son de una música de verano que no suena.

Trato de leer: Más allá de las ventanillas la gente, que parecía muñecos de papel recortados, seguía con sus vidas de muñecos de papel recortados.

−Oye, ni se te ocurra irte de la boca o nos cortan el paladar, sabes lo que te quiero decir, ¿no?- dice el del gorro.

− ¡Pero qué dices, bocas, si te oí que se lo decías al otro también! – espeta el quinqui ochentero.

Ambos ríen compulsivamente con su broma interna y dejan caer al suelo plastificado del metro las amenazas.

Intento leer: Más allá de las ventanillas la gente, que parecía muñecos de papel recortados, seguía con sus vidas de muñecos de papel recortados.

Estamos sentados de cuatro en cuatro. Cuatro en fila, un espacio de apenas dos metros, y cuatro más. Los veo delante de mí: parecen muñecos de cartón piedra recortados y pegados uno al lado del otro, ni se inmutan, ni se zarandean, ni oyen conversaciones ajenas, ni abren los ojos. Y si los abren, parecen haber resulto al encrucijada de mirar realmente al infinito. Cuatro rostros sin expresión ni ocupación. Trato de buscar una analogía mientras no despego el oído del trío Calatrava. Encuentro una: las figuras de madera ligera que se utilizan para simular una barrera de jugadores en un entreno de fútbol, delante de los cuales, el especialista del Equipo en lanzar faltas al borde del área, se tira buena parte del entrenamiento tratándolos de sobrepasar. La gente, que parece muñecos de barrera de falta al borde del área, sigue con sus vidas de muñecos de barrera de falta al borde del área.

−Espero que no me salga la chiquitaja esa, que el otro día solo me dio la mitad, la hija de puta, tiene más mala folla −relata el anglosantacolomense.

−A mí el otro día me salió la gorda borde de milagro, tío. A ver quién sale hoy, a ver si tenemos suerte −contesta el melenas.

El tercero sigue su meneo. Un pasito pa’lante, uno pa’lao. Los otros dos siguen su movimiento, estiran las piernas, como calentándoselas antes de lanzar una falta en el último minuto. Hablan a gritos pero nadie parece advertirlos. Trato de buscar la mirada cómplice de los sujetos de cartón formando barrera: ninguna. Demasiado ocupadas en el infinito.


−No son ni las nueve, tío. ¿crees que nos abrirán? – pregunta, inquieto, el actor de comedia descocada anglosajona –Nos presentamos allí y…

−…Y si no le echamos la puerta abajo –responde, desesperado, el trasunto de quinqui de extrarradio, viviendo su vida con treinta años de desfase.

Trato de mirar, en la ventanilla de delante, qué es lo que parece el otro cuarteto de cartón-carne, al cual pertenezco y soy un miembro ilustre, pero un anuncio de www.segundamano.es se encarama como una lapa al cristal y me lo impide.

−¿Tú cuánto llevas, tío? – pregunta el actor descarriado en paro.

−Pues nueve −oímos las primeras palabras del meneítos.

−Es que esta gente son unos mierdas, ¿sabes? No quieren calderilla. Solo quieren billetes, los hijos de puta. Pero vamos allí, con la calma, nueve, pum, nueve. A ver si tenemos suerte –maldice el rubito.

−Eh, ¡que esta es nuestra parada!– Lee el vaquilla emblanquecido en el cartel rojo a lo largo del andén, con letras blancas: Trinitat Vella.

Y bajan del vagón, los tres, de un salto. Me giro y los veo subir los escalones de tres en tres. Con la calma.

La gente, que parece muñecos de barrera de falta al borde del área, sigue con sus vidas de muñecos de barrera de falta al borde del área.

A ver si tienen suerte.



N. del A: Un año menos dos días después, vuelvo. ¿Hay alguien ahí?