sábado, enero 20, 2007

La colcha nueva y las ganas de llorar

Tengo ganas de llorar porque no me gusta la nueva colcha de mi cama. O más bien porque no me atrevo a confesar a mi madre que le mentí cuando, al verla puesta por primera vez, dije: “¡qué chula!” y me miró con cara de total felicidad.

Pero es imposible. Al principio me parecía una colcha aceptable, luego fea, ahora me parece abominable. Sus colores amarillentos y rojizos no concuerdan con los de las paredes de mi cuarto, su abultada tela me molesta, sus remates ondulados no van acorde con las líneas rectas que predominan en mi habitación (mamá, si sabes que si algo odio son los volantes, pero mamá, qué chula es la colcha que me has comprado).

Cada vez que la veo me entran ganas de llorar. Me imagino el momento de decirle: “mamá, quizás me precipité en mi juicio, ahora me he dado cuenta de que quizás no me gusta la caída de la tela ¿no? Así, la manera ondulada en que cae, que no cae del todo, como que es abultada. No sé, hay algo que no me acaba de convencer”. Entonces su cara de total felicidad se transforma en la ya conocida cara agria de decepción y autocompasión de “te he vuelto a comprar algo que no te gusta. Lo sé, no tengo ningún tipo de gusto, pues vas tú y te compras la que te dé la gana”. Entonces me sentiré mal por que mis gustos no concuerdan con los de mi madre y a su vez, me sentiré aliviada por ello.

Una amiga me ha sugerido que derrame un bote de tipex encima o que se me caiga por accidente el tintero donde relleno el émbolo de mi pluma, pero me parece aún más cruel que confesarle que le mentí, porque además, me la imagino día y noche llevando a cabo mil trucos para limpiar la mancha de la colcha.

Quizás le diga que me da demasiado calor (cosa habitual) y me molesta apartarla por las noches así con los pies, sí, quizás sea la respuesta más adecuada, sin interferir en la cuestión del gusto que tanto nos diferencia, será una cuestión física frío-calor. Pero no se lo creerá porque mi cara torcida de poco convencimiento me delatará.

No sé que hacer con ella, cada vez la veo más grande y más horrible, le estoy empezando a ver pelos y pezuñas. Pienso que esta noche debo dormir debajo de esa capa y me entran escalofríos, dormir bajo tal fealdad debe causar pesadillas.

De momento voy a materializar mis ganas de llorar sobre ella, después... después ya se verá.

martes, enero 02, 2007

El pollo

El pollo, el pollo con una pata, el pollo con las dos patas, el pollo con las alitas, el pollo con la colita, y ahora te toca a ti.

Lo siento, si no lo digo reviento.