martes, agosto 15, 2006

Su casa bajo el sol

Era tal y como me la había imaginado: su casa. Olor a tierra, madera y libros húmedos. Su olor a hierba. Y a tabaco de liar.
Su casa: jardín descuidado y telarañas reproduciéndose cada minuto en cada esquina, hueco, ángulo de su casa.
Su casa: cientos de novelas, vinilos e instrumentos. Su casa, tan suya, tan cronopial, su perro tan saltimbanqui y tan francés: Monsieur Pancheau, enchanté de vous connaître.
Su escasa decoración del salón: una foto de un carrusel con cuatro caballos de madera a la vista, en b/n, nevado; un póster de un concierto de blues del año nosecuantos; una especie de xilofón desentrenado colgando de la pared. Y una chimenea, que creo que funciona, por lo tanto no es decoración, y es vieja y entrañable.
Su habitación: pilas de cds de música, pilas de libros de psicología, filosofía e informática, diferentes ediciones de Rayuela; cuadros de Dalí, un bonsái seco (con telarañas de rama a rama, pieza de museo) y más instrumentos, y más telarañas, y una cama de matrimonio para los dos, lo único esencial e imprescindible.
Su casa bajo el sol: cenábamos con el sol todos los días, y me extrañaba. Miraba por la ventana el anochecer mientras comía, poco a poco, su perfecta tortilla de patatas y cebolla. Él miraba atento cada movimiento de mi mandíbula y cada cara de gusto: “No me mires, y come tú también, que estás en los huesos”, como una madre, igual.
Su casa del revés: calcetines en las estanterías, libros en el bidé, grifos en el sofá, cojines en el retrete, sábanas en la cocina, ollas en el comedor, libros en el jardín, césped en la lámpara, luz bajo la tierra, lombrices en el techo, y la foto, la foto salió movida.
Su casa, donde lo importante es volver.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes una capacidad única para crear imágenes en mi cabeza

De trapillo dijo...

La mansión encantada, el desorden ordenado, el adjetivo adjetivado (con gusto), la surrealista realidad...
Me encantó.