lunes, julio 07, 2014

Antigüedades

Le veo en la tienda de antigüedades a la que hemos llevado todos los objetos y los muebles que pertenecían a nuestra vida conjunta. No quiere mirarme a la cara, quiere pasar rápidamente al olvido. Yo me acerco y le digo, entre dientes, que va a pagar por todo el daño que me ha hecho, y que si no lo hago yo, lo hará uno de los míos. Consigo, al fin, que me mire, y me dice, moviendo la mano en círculos por su vientre, que si no tengo suficiente con todo lo que está pasando y lleva por dentro. Le digo que no, que quiero su muerte, y me alejo con unas viejas sandalias en la mano.

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