viernes, septiembre 15, 2006

Un cronopio y una fama cogen el tren (con permiso de Júlio Cortázar, que en paz descanse).

Un cronopio y una fama cogen el tren.

El cronopio desea con todas sus ansias patinar por los raíles, asustar a los pasajeros en los túneles oscuros (uuh), hacer tirolina por el tendido eléctrico, ser el viejecito que con una caña pretende rescatar un higo antes de que sea breva, bañarse en esa balsa llena de sapos y renacuajos, vivir en esas casas circulares que ve al fondo, dibujar en las paredes caballitos de mar y romper en pedacitos todos los diarios gratuitos que ve en los asientos, o hacer avioncitos, pajaritas y barquitos con ellos. Ser chino en china e hindú en la india. Hundirse en los granos de trigo que no ve, pero que están en los contenedores de metal, seguro. Ser un coche de color azul (lluvia).

La fama desea con todas sus ansias sentarse. Escoge cuidadosamente el asiento, escoge estratégicamente el asiento, tiene que tener luz pero que no le dé el sol de cara, tiene que ver al resto de las famas para pensar que no se ha equivocado de tren, ni de dirección, que van todos hacia el mismo lugar, para pensar que no está sola. Mira de reojo al cronopio que mira ilusionado por la ventana y alrededor, y le molestan sus suspiritos y el brillo de sus ojos. Mira de reojo al niño que lloriquea, al chino que habla a voces, a la rumana que pide clemencia (y dinero) y al gordo que escucha heavy metal y que pretende que todos lo hagan. Y los mira de reojo, un poco iracunda, porque no le dejan leer cui-da-do-sa y es-tra-té-gi-ca-men-te to-das las sí-la-bas y los fo-ne-mas de e-se gran li-bro de li-te-ra-tu-ra u-ni-ver-sal que todas sus amigas famas han leído y ella todavía no, y no podrá hacerlo si el universo trenil no se calla.

De mientras, el cronopio está deseando que el maquinista se equivoque de raíles y el tren no llegue nunca a su estación, y así poder seguir imaginando que vive en los pisos de colorines que están encima de la montaña o que chapotea en los gigantes barriles de cerveza de la Damm.

La fama se asusta un poco, porque el tren se ha desviado por un camino que no conoce, mientras ve agitarse al cronopio por la misma razón. Pero llegan a la estación. La fama guarda su gran li-bro-de-li-te-ra-tu-ra u-ni-ver-sal, se mira (de reojo) al espejo asegurándose que ningún rastro de sangre mancha su pantalón , que no tiene ninguna pegatina enganchada en el culo y que ningún rizo se le sale de su perfecta cola de caballo mientras olfatea con cara de asco el hedor de algún sobaco masculino. El cronopio se levanta dando un saltito y llora desconsolado porque el viaje ha terminado.

5 comentarios:

De trapillo dijo...

Bonito viaje en tren (¡cómo me gustan los viajes en tren!). Sin duda quiero ser cronopia.

CA Soppressata 07 dijo...

¿'cogen' el tren?

Fdo: J Cortázar

L.A. dijo...

jaja qué vivo...

ai, mira que no haber caído...¿Toman el tren?

No obstante, era con su permiso.

aizun dijo...

Hoy, en un homenaje hacia tu persona, me he comprado 'Rayuela'. Que lo sepas

marcelo dijo...

Maguita, guapa. Fijate si podés modificar la dirección de mi enlace (El concepto de ficción)
Ahora es:
elconceptodeficción.blogspot.com

besos, M