viernes, febrero 10, 2006

Llueve barro otra vez

Salgo del examen de historia del cine y me dirijo hasta el parking pensando aún en "¿hasta que punto el cine puede ser surrealista?" (completamente, hasta el punto álgido *)

Veo que ha llovido barro otra vez. Mierda.

Mi coche está totalmente enguarrado, menos mal que es de un color de los que yo denomino un "comemierda" y no se nota en exceso, el de al lado también está deputapena, están separados por escasos veinte centímetros.

Me detengo. Los miro, calculo el hueco para pasar. Hay mota, gotas, marrones.

No hay ganas de filosofar. Me quito el abrigo, es blanco, blanco roto, lo único que me importa en este momento es que no se me ensucie.

No siempre llevo las mismas gafas.


*Reflexión cronopial posterior

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Anoche llovió.
Barro.
Otra vez.
Me despierto y subo la persiana para ver cómo amanece el día.
Qué es eso?
Una mancha.
No.
Es una gota.
De barro.
Una minúscula gota en los 1'55 metros cuadrados que comprenden el amplio vidrio de la ventana (*). Una gota en la inmensidad.
Como tú, como yo, en la sociedad... en el mundo, en tu vida.
Como alguien que un simple día desapareció de tu vida para no saber más de él, porque él no lo desea, porque a tí no te apetece, y que a veces no queda más remedio que manifestarse como eso, como una gota enmierdada para que sepas que sigue ahí, que no lo olvides, que quiere seguir presente.
En la ventana de tus ojos.
Una mancha, una motita de polvo, en la película de tu vida.
Aunque sea ensuciando tu abrigo blanco.
Blanco roto.
Roto.
Como la gota cuando deja de ser incolora.

(*)Me acuerdo de tí por tu linda obsesión con las gotas.

Anónimo dijo...

Y haces muy bien!

'-.-' dijo...

:)