Podría empezar diciendo que
Le dije:
- Me voy.
Me contestó:
- ¿Te vas? ¿Y me dejas solo, aquí?
Respondí:
- Yo también me voy sola.
Y podría acabar diciendo que
me di cuenta de que mis zapatos, que llevaban mojados, en su puerta, casi veinticuatro horas, aún no estaban secos. Así que no pude irme. Los puse a vista del sol incipiente en la ventan de su cocina. Al lado de la montaña de pinzas de madera, visionando las otras, de ropa aún por tender.
2 comentarios:
Las almas siempre gotean.
me alegra reencontrarme de nuevo con tus puntillas, que pisan fuerte en mi alma, y mientras tu sigues escribiendo, yo sigo aqui con mi sequía de palabras y mis ojos goteando. un abrazo de puntillas......
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