No pasa nada si quiero morir. Es un sentimiento pasajero, momentáneo. Sé que durará apenas unas horas, pero siento profunda y asediosamente el deseo de morir, de cerrar los ojos una vez más durante muchas, muchas horas. Digamos que me duelen hasta las pestañas, sin hiperbolizar, y que los ojos me escuecen como si me hubieran arrojado malvadamente cualquier líquido tóxico y corrosivo. La desazón es insoportable, estoy mareada y tengo ganas de vomitar, siento toneladas presionando mis hombros y la coleta me pesa demasiado y finalmente permito a mi pelo arrojarse al abismo (existencial) de mi espalda (aunque digan que Sartre ya no está de moda y, aunque me empeñe, no soy su hija y tampoco de Simone y aunque crea que “L’enfer c’est les Autres”[1] y que en mi caso “L’enfer c’est moi”[2].), Pero la coleta me pesa demasiado y finalmente permito a mi pelo arrojarse al abismo de mi espalda y el cuello alto del jersey y del abrigo (inevitablemente rojo) tratan de estrangularme segundo a segundo.
Todo sería más fácil si en este momento estuviera muerta, pero no me preocupa, es un sentimiento transitorio (pero es tan fuerte y tan real). Y me vienen a la mente sueños inexorablemente soñados, el dolor de boca al haber insistido en apretar la mandíbula durante toda la noche para que no se escape, al despistarme, el pequeño ser demoníaco que hay dentro de mí que se dedica a fabricar por las noches historias como una en que una cremallera estrecha y débil se rompe y me deja suspendida de un mínimo puente de caña sobre las montañas nevadas, como una en que me hace conducir por un pequeño pueblo esquivando dálmatas suicidas o que me hace ser atacada sexual y consentidamente por un hombre que deseo en medio de la plaza Verdun Préfecture y que me hace darme cuenta al despertar que ése no existe más a mi lado, que puede que esté en otro país, que puede que no me mire cuando canta, que puede que no se siente conmigo en un sofá lleno e instrumentos y me mire a los ojos como si nos conociéramos de toda la vida y que puede que ni siquiera exista.
[1] “el infierno son los Otros”.
[2] “el infierno soy yo”
[3] “sangrar abundantemente” o “perder toda la sangre”.
[4] ¿sabe usted?
[5] Creo que voy a morir.
[6] Pero es verdad, señor quienquiera, es solo una broma, pero es verdad, creo que voy a morir.
[7] “La negación de un sentimiento es todavía un sentimiento”
[8] “Como va?” que No va, gracias, que hoy no existo y que yo creo que voy a irme de este mundo subjuntivo porque no lo puedo soportar y que hasta pronto, que nos vemos mañana o de dentro de tres horas, cuando la niebla y el lunes por la mañana hayan desaparecido.
N.del A: Messieurs Dames, he vuelto.